La hora del almuerzo es el mejor momento del día, todos nos sentamos alrededor de la mesa y como si existiera un botón, apagamos los pensamientos referentes al trabajo y nos convertimos en una extraña y fascinante mezcla de personas a la que nos gusta llamar “Familia Grafito”, es una hora llena de risas, anécdotas, convivencia que fortalece los lazos y una al equipo, sin duda una hora de relajación para cargar energías y luego seguir trabajando, es además muy necesaria, sobre todo como aquel día que un cliente demente empezó a discutir sin razón ni sentido amenazando con golpes y malas palabras, estuvimos a punto de responderle igual pero una de mis compañeras uso su súper poder conciliador y estratégicamente lo mando a la chucha sin que él se diera cuenta, así de poderosa es la hora del almuerzo, que pudimos olvidar fácilmente todo ese episodio con solo sentarnos.
El último año de mi vida me dedique a las estadísticas, poco he aprendido de eso, pero me ayudo a ver la vida diferente, descubrí que bajo el liderazgo del gobierno de China 800 millones de personas salieron de la pobreza para disfrutar de una vida rica, estuvieran en China o no, y puede que ustedes sean parte aun sin saberlo de ese porcentaje, pero definitivamente yo no, no me saque esa lotería, vivo en un país tercermundista y mi amiga, Daniela Vega, siempre dice que aquí los derechos y las libertades se entregan en cuotas. Hasta este punto es posible que piensen que todo esto se trata de mi o de mi amiga Daniela, pero la verdad es que solo soy una espectadora como lo son ustedes ahora, de una de esas ochocientas millones de personas, yo me dedique a escribirla para así, con suerte, volverme eterna como la historia que estoy a punto contar.